Las metáforas son artefactos poderosos. Por un lado, permiten explicar o representar conceptos abstractos usando objetos e ideas conocidas, por otro lado, actúan como ideas sustitutas que pueden ser engañosas. Es fácil olvidar aquello que representan y quedarse con lo representado. En cierto sentido, el uso de las metáforas presenta una paradoja: agregan opacidad a aquello que queremos explicar para hacerlo más fácil de entender.
Es frecuente encontrar metáforas en el lenguaje usado para describir tecnologías digitales y de comunicación (Croker, 2020); se usan para explicar procesos y sistemas complejos o conceptos técnicos. La metáfora de la nube, por ejemplo, es una de las más usadas actualmente, sin embargo, dependiendo del contexto en el que se usa, su significado puede cambiar. Tal vez el uso más popular del término es para referirse a un conjunto de servicios de almacenamiento y computación ofrecidos a través de Internet, basados en un modelo de distribución y monetización on-demand (Vennam, 2021). En este modelo, las aplicaciones y funcionalidades que antes estaban instaladas en el computador del usuario se encuentran alojadas y ejecutadas en un servidor en Internet y provistas al usuario a través de interfaces web o programas más livianos llamados clientes. Entre las ventajas de los servicios en la nube se encuentran, primero, la simplicidad de gestión del software, ya que el usuario no tiene que preocuparse por instalar y actualizar programas en sus dispositivos o respaldar la información, y, segundo, que tanto los datos como el software son accesibles desde diferentes dispositivos. Desde la perspectiva del usuario final, la nube es un tipo de servicio en el que toda una infraestructura y gestión de la tecnología pasa a ser responsabilidad de alguien más, quien se encarga de las complejidades técnicas para que el usuario solo se dedique a "producir."
En el término "computación en la nube", la metáfora de la nube se refiere al carácter distribuido de la gestión de los recursos de cómputo y la información digital. En este modelo, un recurso digital no se encuentra alojado en un solo servidor sino que se encuentra replicado en un conjunto de máquinas, de esta forma se pueden distribuir las cargas y generar un sistema tolerante a errores, basado en la disponibilidad redundante de la información. Aquí se puede identificar la efectividad de la metáfora de la nube, pues es una representación muy eficaz del hecho de que muchos elementos individuales (servidores, máquinas virtuales, unidades de almacenamiento) se combinan para actuar como una sola entidad
Sin embargo, las metáforas también cumplen una función diferente a la explicativa: permiten comunicar visiones específicas sobre el desarrollo de la tecnología y las cualidades de la experiencia de su uso. La nube es un símbolo de levedad e inmaterialidad que oculta la capa infraestructural de Internet: los centros de datos, cables submarinos, organizaciones que definen estándares. Es usual encontrar diagramas que incluyen el símbolo de la nube para representar Internet o una de sus partes. En estos esquemas, el uso de esta imagen busca abstraer la complejidad de los sistemas e interconexiones de la red.
En el contexto de los discursos deterministas sobre de la tecnología, las metáforas ya no son únicamente figuras retóricas que modifican la percepción de sistemas técnicos. La nube es un "paradigma" hacia el cual tienden una gran cantidad de actores del mundo contemporáneo: clientes demandan cada vez más servicios en la nube y las empresas satisfacen esa demanda con cada vez más almacenamiento o tiempo de cómputo en sus servidores, las organizaciones e individuos que se dedican a desarrollar e implementar tecnología buscan adaptarse también a este nuevo paradigma. Las metáforas ejercen una influencia considerable en la forma que toman los diversos sistemas sociotécnicos en los que participamos actualmente.
El término "lago de datos" se utiliza para referirse a la arquitectura de una infraestructura para almacenar información en la era del Big Data. Según esta arquitectura, una colección de datos puede ser albergada en un mismo "lugar" sin importar si se trata de información estructurada o desestructurada (Amazon Web Services, n.d.-a). Por ejemplo, una imagen o un archivo de video son almacenados junto a una tabla de datos o un archivo de texto plano. Independientemente de las diferencias entre sus propiedades y tipos, los objetos pueden ser almacenados en la misma estructura. La información alojada en un lago de datos es heterogénea, usualmente se compone de los flujos de información producida durante el desarrollo de las actividades propias de una organización o grupo de usuarios. Por ejemplo, los diferentes departamentos o unidades de una empresa que genera objetos digitales tan diversos como textos, tablas, imágenes y videos, presentaciones, calendarios, etc. El lago de datos es el lugar en donde toda esta información puede ser almacenada indistintamente. Si la comparación con el lago se lleva un poco más lejos, el lago de datos sería uno sucio y contaminado, como si los residuos de diferentes fuentes se combinaran en un solo cuerpo de agua.
En el lago de datos, cada objeto deja de tener valor como unidad independiente y pasa a ser parte de una entidad que parece homogénea, siempre podemos aislar cada componente y considerar sus características particulares, pero al hacer parte del lago de datos tiene el mismo valor que cualquier otro. Si se toma suficiente distancia no se distinguen unos elementos de otros, cada objeto pasa a ser una molécula que compone una nueva sustancia. De la misma forma como el agua puede ser considerada un material con propiedades particulares que no se encuentran en sus partes, el lago de datos tiene propiedades que no tienen los datos individuales. Una molécula de agua aislada no puede constituir, por sí sola, un líquido, un gas o un sólido. Es sólo en su relación con otras moléculas que aparecen nuevas características (DeLanda, 2015). Por ejemplo, la viscosidad es una propiedad que se puede encontrar en los fluidos, pero no en las moléculas individuales del fluido.
Un cuerpo de agua inmóvil, como un lago o un embalse, tiene una energía potencial que puede ser convertida en otras formas de energía. Para explotarla es necesario un dispositivo que haga fluir el agua por un conducto, convirtiendo la energía potencial en kinética, y otro que convierta esta última en energía eléctrica, como una turbina y un generador. Este es el principio de la generación de energía hidroeléctrica, que corresponde aproximadamente al 16% de la producción de energía a nivel mundial. La planta hidroeléctrica es el dispositivo que puede liberar la energía "atrapada" en el cuerpo de agua, y por lo tanto extraer su valor
Al igual que un lago de agua, el lago de datos presenta propiedades que no se pueden encontrar en los objetos que lo componen. Por ejemplo, el texto de un tweet por sí mismo solo nos puede decir algo sobre quien lo produjo. Sin embargo, en conjunto con otros tweets, se pueden identificar otras características que proveen información sobre un grupo de usuarios. Una tendencia en Twitter es el resultado de la agregación de textos que presentan un patrón específico; por ejemplo, la ocurrencia frecuente de una palabra en una cantidad considerable de publicaciones, y que puede ser relacionado con un fenómeno de la realidad (una "conversación"). Pero para identificar tendencias en un corpus de textos es necesario hacerse a una máquina que logre identificarlas, una herramienta que logre separar el "ruido" de la "información". Existe una familia de métodos computacionales que pueden identificar estos patrones, aislaros y extraerlos de la masa de datos, para usarlos en contextos en los que adquieren otros significados y usos. A este tipo de técnicas suele llamárseles "minería de texto".
Pasemos a otra metáfora que se puede asociar con el archivo: el almacén o la bodega. Un data warehouse, o bodega de datos, es otra arquitectura creada para almacenar grandes conjuntos de datos pero, a diferencia del lago de datos, la bodega de datos hace uso de esquemas predefinidos para estructurar la información (Amazon Web Services, n.d.-b). En la bodega de datos, la información ha sido limpiada y dispuesta en una estructura predefinida. Para hacer uso de ella se necesita una serie de sistemas que permiten acceder a los datos, reorganizarlos y analizarlos según una necesidad particular.
Fuera del contexto de las tecnologías de la información, una bodega es un componente infraestructural indispensable para el funcionamiento de cadenas de suministros locales y globales. La bodega puede ser un lugar transitorio, en el que las mercancías esperan ser movidas a su destino final, en donde finalmente van a cumplir con la función para la cual fueron fabricadas. En una bodega las mercancías son objetos que ocupan espacio, deben ser protegidos de la intemperie, deben permanecer accesibles hasta el momento en que van a continuar su viaje.
La figura de la bodega pone el foco en la estructura. Ya no representa un insumo sin forma que necesita limpieza y organización para ser explotado, representa más bien un dispositivo logístico, cuya estructura habilita una serie de procesos: el de almacenar, mover, proteger, poner a disposición. En una bodega existen otros elementos fundamentales para su funcionamiento. Las estanterías, por ejemplo, permiten almacenar verticalmente las mercancías, permitiendo acceso y al mismo tiempo protegiéndolas del daño que sufrirían si se apilan unas encima de otras. Igualmente existen máquinas para mover las mercancías, subirlas a las estanterías o bajarlas para cargarlas en un contenedor. El valor de una bodega radica en su rol dentro de un sistema mucho más complejo que incluye barcos, rutas marítimas, sistemas de navegación y acuerdos de comercio internacional. Junto con otra cantidad de dispositivos, la bodega conforma la infraestructura que posibilita el comercio global.
Varias de las bodegas de la empresa Amazon cuentan con complejos sistemas de almacenamiento y recuperación de paquetes que hacen uso de tecnologías digitales y robóticas para reducir tiempos de entrega (Day, 2021). Por ejemplo, la bodega BF14, ubicada en Kent, Washington, es una bodega parcialmente automatizada que cuenta con un escuadrón de robots que mueven estantes con mercancías. Desde los centros de control de la bodega se monitorean y controlan los movimientos de operarios humanos y robóticos para optimizar el tiempo que duran los procesos. El sistema que administra las operaciones de la bodega está basado en procesos diseñados por humanos, pero implementados como modelos de inteligencia artificial que progresivamente van aprendiendo a ubicar mejor los recursos de la bodega. Parte de las funciones de este sistema es evaluar el desempeño de trabajadores humanos, quienes son calificados por el algoritmo administrador, al cuantificar su rendimiento. Una de las controversias generadas por la progresiva implementación de estas bodegas automatizadas tiene que ver con la presión constante a la que son sometidos los trabajadores para alcanzar y mantener unas cuotas mínimas de eficiencia, lo que se traduce en largas jornadas y prácticas inseguras en el lugar de trabajo.
En cierto sentido, una biblioteca es también un almacén. Tiene estanterías que permiten disponer los libros según un ordenamiento que permite ubicarlos fácilmente. Pero también existen los bibliotecarios, que conocen la posición de los libros en los estantes y regulan su circulación, con ayuda de un sistema computarizado de catalogación y registro de circulación. Por otro lado, está el sistema de clasificación Dewey que, junto con las estanterías, conforma la estructura lógica de ordenamiento del conocimiento en el espacio interno del edificio. La biblioteca, al igual que la bodega, es valiosa por lo que permite, por las actividades que suceden en, fuera de y en conexión con ella. El edificio, su estructura y sus protocolos conforman un sistema que permite movilizar el conocimiento. La biblioteca puede entenderse como una infraestructura (Mattern, 2014) que comprende sus contenidos, es decir el conjunto de libros y sus metadatos, pero también al resto de agentes que participan de su realidad y que hacen posible la gestión de la memoria colectiva y la construcción de conocimiento.
Esta forma de pensar el archivo va más allá de una representación metafórica. De hecho, el término infraestructuras de conocimiento es usado en varios contextos académicos y organizacionales que incluso se encargan de definir políticas públicas de acceso al conocimiento y apoyo a la investigación (Edwards, 2010). Las bases de datos, las herramientas de búsqueda y recuperación de información, los estándares y sistemas de clasificación y herramientas de análisis computacional conforman infraestructuras de conocimiento que permiten a las personas dedicadas a la ciencia e investigación desarrollar nuevo conocimiento. En el campo de las humanidades y las ciencias sociales se manifiesta también esta tendencia. El concepto de colecciones como datos propone considerar los archivos digitales que albergan objetos culturales (bibliotecas, museos y archivos) como conjuntos de datos. La idea de las colecciones como datos busca que los objetos y metadatos que componen un archivo se ofrezcan en formatos y estructuras aptas para procesos de análisis computacional (minería de texto, análisis de imágenes, etc.).
La metáfora de la "nube," la del "lago" y la de la "bodega" son diferentes manifestaciones de un fenómeno propio del capitalismo cognitivo en el que la información digital es usada como recurso. El concepto de Sociedad de Metadatos es propuesto por Matteo Pasquinelli para describir esta dinámica (Pasquinelli, 2018). La Sociedad de Metadatos está caracterizada por la acumulación de vastas cantidades de datos sobre prácticamente cualquier actividad humana y no humana que sea posible medir (el comportamiento de los mercados, el clima, las relaciones humanas, la operación de las cadenas de suministros, etc). Estos volúmenes de datos constituyen la fuente principal de valor en el presente. La representación numérica de los objetos, sujetos y sus relaciones en forma de metadatos permite la cuantificación de sus diferentes formas de valor. La velocidad del flujo de un líquido representa su nivel de energía, el precio de una mercancía representa el valor económico, los likes de una publicación en una red social representan su valor simbólico o la intensidad de la atención. Es a partir de los metadatos que es posible capturar diversos aspectos de la existencia de los objetos y así codificar su valor.
Sin embargo, como se ha dicho, el procesamiento de unidades individuales de información no es la principal forma de explotación del recurso digital; es en la capacidad de identificar tendencias y patrones en estos inmensos conjuntos de datos donde se concentra una gran cantidad de poder económico, político y cultural en la actualidad. El entendimiento de los datos como recursos, insumos o materias primas ubica efectivamente a los sujetos y los objetos culturales en un lugar similar al de los "recursos naturales" y a los algoritmos en el plano de las tecnologías de extracción (Pasquinelli & Joler, 2020). El análisis de la información contenida en el archivo permite generar nuevas formas de explotación del capital simbólico y cognitivo "atrapado" en los objetos culturales, los metadatos se convierten en mercancía.
Las metáforas dominantes de los discursos tecnológicos expresan esta obsesión por la optimización, el crecimiento y la extracción de valor a partir de la "datificación" de la sociedad. Pareciera que es muy difícil escapar de esta imaginación dominada por la búsqueda de plusvalía en cualquier fenómeno de la realidad que pueda ser descrito en forma digital. En la medida en que la retórica sobre las tecnologías de comunicación afecta su evolución, la agencia de las representaciones no puede ser confinada en el territorio de lo lingüístico y semántico. Ciertamente la metáfora tiene un lugar importante en la concepción, desarrollo y adopción de los paradigmas que tienden a homogeneizar el paisaje de la cultura digital.
Claro que no se trata de otorgarle un poder absoluto y original a la metáfora. De hecho, el desarrollo de la nube como concepto y como símbolo no es lineal e incremental, comenzando con una representación como punto inicial de un proceso que progresivamente avanza hacia su materialización como infraestructura. La nube aparece y desaparece varias veces en esta historia (Croker, 2020), su rol cambia de acuerdo a su contexto, los sistemas que representa tampoco son estáticos ni estables. En algunas ocasiones la nube representa una forma de distribuir recursos en una red, en otras una relación comercial específica entre un cliente y un proveedor de servicios, pero también puede significar la totalidad de Internet.
En vez de ejercer un rechazo absoluto por las representaciones para evitar su comportamiento engañoso, es posible mantener una actitud crítica al relacionarse con ellas. Si la retórica puede codificar y abstraer la realidad sociotécnica, entonces es posible decodificarla. Al mismo tiempo que estos artefactos del lenguaje mantienen una relación con el objeto representado, la mantienen con el sujeto que construye la representación, por lo tanto es posible seguir las conexiones en ambas direcciones.
Tal vez incluso observar las metáforas como dispositivos permite reapropiarlas para reconfigurar lo que comunican. La posibilidad de alterar los símbolos existentes, de abrir las metáforas y deconstruirlas a través de la interpretación crítica es una actividad que no se debe limitar a los estudios del lenguaje y la expresión humana (humanidades, ciencias sociales). Por el contrario, esta tarea es también parte del pensamiento computacional y la arquitectura de información. Pensar y desarrollar nuevas formas de estructurar, analizar y buscar en el archivo implica pensar en las metáforas que se usan para modelar bases de datos o diseñar interfaces y representaciones de datos.
Finalmente, el archivo puede ser al mismo tiempo un lago, una bodega, una biblioteca o una tabla de datos. O mejor aún, un archivo tiene la posibilidad de ser todas esas cosas. Lo interesante es que, incluso en el universo determinista de los computadores digitales, el archivo no tiene una forma definida. En gran parte, pero no únicamente, las metáforas, modelos y representaciones son las que permiten darle una forma particular.
Artista basado en Bogotá, Colombia. Trabaja con código, la red, materias impresas y dispositivos electrónicos. Actualmente es desarrollador de proyectos digitales en la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes y es parte del equipo del Banco de Archivos Digitales de Artes en Colombia (BADAC).